Debatir para confiar

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La mayoría de los argentinos nunca vio un debate presidencial. Lo que significa que la mayoría de los ciudadanos raramente escuchó a sus políticos hablar de temas distintos a los que eligen para sus campañas de publicidad y prensa. Hay generaciones de jóvenes que nunca vieron a sus presidentes en un diálogo de igual a igual con otro ciudadano. Entonces no es extraño que confundamos información con publicidad, rendición de cuentas con anuncios, y llamemos debates a las agresiones cruzadas. La personalización extrema lleva a creer que la campaña es un derecho del candidato para que diga lo que quiere de la manera que prefiera. ¿Y los votantes?, bien, gracias, que se arreglen con afiches y avisos.

Que a tres décadas de democracia en Argentina haya que explicar el valor de los debates presidenciales delata una indigencia informativa que nos obliga a mendigar el derecho a preguntar a políticos que creen que se puede arreglar a la ciudadanía con las sobras que caben en los espacios publicitarios. El efecto colateral de este régimen de comunicación política es que lo público se limita a lo publicitado y al ciudadano se lo trata como a un consumidor de propaganda. Los políticos llaman “comunicación directa” a la publicidad paga en medios porque no admitirían una sesión con preguntas y críticas de los ciudadanos.

La diferencia que hay entre una campaña exclusivamente publicitaria y una que incluya debates y conferencias de prensa abiertas es la que existe entre una comunicación digitada en forma personalizada y la información construida colectivamente. ¿Cuál ofrece más y mejor información cívica? ¿Una entrevista en un medio de un periodista particular a un candidato o una conversación pública donde varios reporteros puedan preguntar con distintas perspectivas? ¿Un aviso donde el candidato elige de qué hablar o un debate donde varios postulantes tengan que exponer su posición sobre temas clave?

Las campañas proselitistas asignan más espacio al candidato más financiado o con más votos  en elecciones previas, con lo que benefician a los más poderosos. Al asignar el mismo espacio a todos los candidatos se propicia una conversación igualitaria que aun pautando ciertos temas permite evaluar la capacidad de reacción de los participantes y su forma de relacionarse con sus pares. Su habilidad de sintetizar y dar respuesta permite a la ciudadanía evaluar la competencia oratoria de sus dirigentes mucho mejor que los discursos kilométricos producidos a medida del protagonista. La cuota de imprevisibilidad es lo que hace de los debates mucho más creíbles que los discursos oficiales. Y la participación de políticos y periodistas a la vista de los ciudadanos pone en acto la idea de transparencia y muestra la vocación de deliberar públicamente los actos de gobierno.

Para la prensa, implica aceptar que la información pública no es una exclusiva que concede el candidato a un medio en especial. El debate desafía al periodismo a aportar un valor agregado a los dichos de los candidatos y no solo comentarlos y exige preparación al moderador que tiene la posibilidad de profundizar aspectos que no siempre puede preguntar el ciudadano común, si es que tuviera chances de dirigir su consulta a los postulantes.

Los estudios demuestran que aquellos políticos que saben desenvolverse frente a preguntas difíciles son  más respetados que aquellos que se enojan con los entrevistadores o faltan el respeto a sus contrincantes. Y son más creíbles en esos intercambios que en los avisos publicitarios, que terminan repitiéndose a sí mismos en un discurso edulcorado y vanidoso. Los políticos se resisten a asociar la frivolización de sus campañas con el desinterés creciente de la ciudadanía por la política y aunque se quejan de la videopolítica nadie quiere salir de sus recetas. La respuesta que surge del libre ejercicio de la pregunta tiene una ventaja innegable sobre el eslogan publicitario: la credibilidad de la información. Un valor nada despreciable para recuperar la confianza en la política y en las instituciones, tantos años banalizadas por la propaganda.

 

Por Dra. Adriana Amado, Presidente CIC
Esta nota fue publicada en argentinadebate.org
El Centro para la Información Ciudadana apoya la iniciativa de Argentina Debate.

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